viernes, 31 de agosto de 2018

Lo único urgente

En este largo turno de 24 horas del que acabo de salir, he hecho, los que probablemente más nos cuesta a los médicos cuando vemos a un paciente: NO hacer nada. 
Bueno, más bien no hemos hecho nada de lo que "nos entrenan a hacer", puesto que no hemos aplicado ninguna medida más que manos y oídos en las tres veces que hemos acudido al domicilio... hemos paliado y hemos acompañado a la familia en ese, que debería ser siempre íntimo, momento de despedirse de un ser querido.

A eso no nos enseñan en la facultad.

Y es complicado no hacer coraza, no obviar el sufrimiento ajeno u olvidar los sentimientos propios y los avisos en cola. Y te sientas en el borde de la cama, y hablas, y apoyas...
Y te marchas con el corazón encogido, pensando si podías haber hecho más, con unas tremendas ganas de volver a casa y abrazar a los tuyos, y con una gran lección que a menudo este trabajo nos recuerda.


lunes, 19 de junio de 2017

Memento Vivere

"Los médicos no salvamos vidas.
Sólo cambiamos la causa de la muerte, 
y en el mejor de los casos,
la retrasamos."
(Anónimo)

Nos llaman porque tu corazón ha decidido dejar de latir, así, de repente, sin contar con nadie.
Te encontramos en el suelo en mitad de la calle, un policia sobre tu cuerpo inmóvil está haciendote RCP básica. Mientras corremos hacia ti, me da tiempo a que un par de pensamientos se me crucen por la cabeza "qué suerte que alguien le esté dando una oportunidad" y un "no me gusta nada lo que veo". Cuestión de intuiciones: a veces una sabe cómo van a acabar algunas cosas. No es criterio médico... es más una especie de sexto sentido que te da la calle a base de años.
En ese momento el equipo entra en modo mecánico, mientras me hago con la vía aérea para respirar por tí, mis compañeras ya te han llenado de cables y te han cogido una vía. Funcionamos casi sin cruzarnos palabra, como un engranaje... 28, 29, 30... 1... 2... continúa compresiones... 28, 29, 30... 1 y 2... continúa... en el próximo ciclo comprobamos ritmo, otra adrenalina... y entramos en una cadencia que va sumando minutos y restándote posibilidades.
Los tiempos se cumplen y paramos las maniobras de reanimación. Te retiro la mascarilla laringea limpiándote con cuidado las secreciones y mientras te cierro los ojos murmullo un "lo siento", y es cierto, lo siento, siento que a pesar de todos nuestros esfuerzos, nuestras manos y tu corazón no se hayan entendido y no lo hayamos convencido para que volviera a latir. Y te dejamos allí, tú con esa ridícula manta dorada cubriéndote y nosotras con esa sensación de derrota, un poco más cansadas, quizá un poco más viejas.
El ritmo de la guardia no me permite pensar en tí el resto de la noche. Pero al día siguiente, los dolores en piernas y brazos y esa sensación de pesadez en las entrañas que sólo conocemos los que trabajamos en esto me pasan factura. Y voy a ver a los que quiero, y a respirar vida a bocanadas. A seguir sobreviviendo, porque si algo me has enseñado, tú y el resto de pacientes que atendemos, es que la vida puede esfumarse en cualquier momento. Y mientras tanto, hay que devorarla.

sábado, 10 de junio de 2017

Anecdotario V

Atendiendo a una niña de 4 años. 
Se queda mirando muy seria a mi compañera y le pregunta: 
¿Y vosotras de qué vais disfrazadas?

lunes, 18 de julio de 2016

domingo, 26 de junio de 2016

Anecdotario III

Salimos de un domicilio, de vuelta a la ambulancia nos para una señora con cara de preocupación:
- ¿Vosotros sois de La Cruz Roja?
- No señora, nosotros som...
- ¡AY DIOS MIO, QUE SUSTO! Menos mal, pensaba que había pasado algo grave. 
Trabajo en una UCI móvil

Anecdotario II

- ¿Tiene usted alguna enfermedad o toma medicinas para algo?
- No doctora, yo soy autóctono por la gracia de Dios.

sábado, 14 de mayo de 2016

Cuestión de prioridades


El pequeño Daniel acude en brazos de su madre con una crisis de asma. Está quieto, concentrándose en respirar mientras me mira con toda la curiosidad que se puede esconder detrás de unos ojos de tan sólo cuatro años. Hablo con él, le explico que voy a escucharle cómo respira y que con "esta máscara tan chula" voy a ayudarle a que pueda hacerlo mejor. Apenas sacude la cabeza como respuesta y me deja hacer.

Tras el tratamiento vuelvo a llamarlo. Entra corriendo en la consulta, trepa por sí sólo a la camilla y, sin decirle nada, se levanta la camiseta para que vuelva a oírle el pecho. La nueva auscultación y la saturación de oxígeno me confirman la evidente mejoría.

- Estás mucho mejor, ¿verdad? - le pregunto.

- ¡Si! - me dice asintiendo enérgicamente.

- Pues hale, ya te puedes ir a casa.

Abriendo los ojos como platos me mira muy serio, casi enfadado, mientras exclama:

- ¡Pero médica! ¡aún no puedes darme el alta!

-  ¿Por qué no?

- ¡¡Porque mira que pupa tengo en este dedo y no me has puesto NI una tirita!!


Agradeciendo mentalmente la carcajada que me arranca en una guardia especialmente dura, voy enseguida a por una tirita, porque está claro: el concepto de prioridad puede ser muy distinto entre tú y tu paciente, incluso en urgencias.