"Los médicos no salvamos vidas.
Sólo cambiamos la causa de la muerte,
y en el mejor de los casos,
la retrasamos."
(Anónimo)
Nos llaman porque tu corazón ha decidido dejar de latir, así, de repente, sin contar con nadie.
Te encontramos en el suelo en mitad de la calle, un policia sobre tu cuerpo inmóvil está haciendote RCP básica. Mientras corremos hacia ti, me da tiempo a que un par de pensamientos se me crucen por la cabeza "qué suerte que alguien le esté dando una oportunidad" y un "no me gusta nada lo que veo". Cuestión de intuiciones: a veces una sabe cómo van a acabar algunas cosas. No es criterio médico... es más una especie de sexto sentido que te da la calle a base de años.
En ese momento el equipo entra en modo mecánico, mientras me hago con la vía aérea para respirar por tí, mis compañeras ya te han llenado de cables y te han cogido una vía. Funcionamos casi sin cruzarnos palabra, como un engranaje... 28, 29, 30... 1... 2... continúa compresiones... 28, 29, 30... 1 y 2... continúa... en el próximo ciclo comprobamos ritmo, otra adrenalina... y entramos en una cadencia que va sumando minutos y restándote posibilidades.
Los tiempos se cumplen y paramos las maniobras de reanimación. Te retiro la mascarilla laringea limpiándote con cuidado las secreciones y mientras te cierro los ojos murmullo un "lo siento", y es cierto, lo siento, siento que a pesar de todos nuestros esfuerzos, nuestras manos y tu corazón no se hayan entendido y no lo hayamos convencido para que volviera a latir. Y te dejamos allí, tú con esa ridícula manta dorada cubriéndote y nosotras con esa sensación de derrota, un poco más cansadas, quizá un poco más viejas.
El ritmo de la guardia no me permite pensar en tí el resto de la noche. Pero al día siguiente, los dolores en piernas y brazos y esa sensación de pesadez en las entrañas que sólo conocemos los que trabajamos en esto me pasan factura. Y voy a ver a los que quiero, y a respirar vida a bocanadas. A seguir sobreviviendo, porque si algo me has enseñado, tú y el resto de pacientes que atendemos, es que la vida puede esfumarse en cualquier momento. Y mientras tanto, hay que devorarla.